con el mismo papel descolorido

  donde un hombre en camisa lee el periódico

  o plancha una mujer; el cuarto claro

  que visitan las ramas del durazno;

  el otro cuarto: afuera siempre llueve

  y hay un patio y tres niños oxidados;

  cuartos que son navíos que se mecen

  en un golfo de luz; o submarinos:

  el silencio se esparce en olas verdes,

  todo lo que tocamos fosforece;

  mausoleos del lujo, ya roídos

  los retratos, raídos los tapetes;

  trampas, celdas, cavernas encantadas,

  pajareras y cuartos numerados,

  todos se transfiguran, todos vuelan,

  cada moldura es nube, cada puerta

  da al mar, al campo, al aire, cada mesa

  es un festín; cerrados como conchas

  el tiempo inútilmente los asedia,

  no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,

  abre la mano, coge esta riqueza,

  corta los frutos, come de la vida,

  tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

  todo se transfigura y es sagrado,

  es el centro del mundo cada cuarto,

  es la primera noche, el primer día,

  el mundo nace cuando dos se besan,

  gota de luz de entrañas transparentes

  el cuarto como un fruto se entreabre

  o estalla como un astro taciturno

  y las leyes comidas de ratones,

  las rejas de los bancos y las cárceles,

  las rejas de papel, las alambradas,

  los timbres y las púas y los pinchos,

  el sermón monocorde de las armas,

  el escorpión meloso y con bonete,

  el tigre con chistera, presidente

  del Club Vegetariano y la Cruz Roja,

  el burro pedagogo, el cocodrilo

  metido a redentor, padre de pueblos,

  el Jefe, el tiburón, el arquitecto

  del porvenir, el cerdo uniformado,

  el hijo predilecto de la Iglesia

  que se lava la negra dentadura

  con el agua bendita y toma clases

  de inglés y democracia, las paredes

  invisibles, las máscaras podridas

  que dividen al hombre de los hombres,

  al hombre de sí mismo, se derrumban

  por un instante inmenso y vislumbramos

  nuestra unidad perdida, el desamparo

  que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

  y compartir el pan, el sol, la muerte,

  el olvidado asombro de estar vivos;

  amar es combatir, si dos se besan

  el mundo cambia, encarnan los deseos,

  el pensamiento encarna, brotan alas

  en las espaldas del esclavo, el mundo

  es real y tangible, el vino es vino,

  el pan vuelve a saber, el agua es agua,

  amar es combatir, es abrir puertas,

  dejar de ser fantasma con un número

  a perpetua cadena condenado

  por un amo sin rostro; el mundo cambia

  si dos se miran y se reconocen,

  amar es desnudarse de los nombres:

  «déjame ser tu puta», son palabras

  de Eloísa, mas él cedió a las leyes,

  la tomó por esposa y como premio

  lo castraron después; mejor el crimen,

  los amantes suicidas, el incesto

  de los hermanos como dos espejos

  enamorados de su semejanza,

  mejor comer el pan envenenado,

  el adulterio en lechos de ceniza,

  los amores feroces, el delirio,

  su yedra ponzoñosa, el sodomita

  que lleva por clavel en la solapa

  un gargajo, mejor ser lapidado

  en las plazas que dar vuelta a la noria

  que exprime la substancia de la vida,

  cambia la eternidad en horas huecas,

  los minutos en cárceles, el tiempo

  en monedas de cobre y mierda abstracta;

  mejor la castidad, flor invisible

  que se mece en los tallos del silencio,

  el difícil diamante de los santos

  que filtra los deseos, sacia al tiempo,

  nupcias de la quietud y el movimiento,

  canta la soledad en su corola,

  pétalo de cristal es cada hora,

  el mundo se despoja de sus máscaras

  y en su centro, vibrante transparencia,

  lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,

  se contempla en la nada, el ser sin rostro

  emerge de sí mismo, sol de soles,

  plenitud de presencias y de nombres;

  sigo mi desvarío, cuartos, calles,

  camino a tientas por los corredores

  del tiempo y subo y bajo sus peldaños

  y sus paredes palpo y no me muevo,

  vuelvo a donde empecé, busco tu rostro,

  camino por las calles de mí mismo

  bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

  caminas como un árbol, como un río

  caminas y me hablas como un río,

  creces como una espiga entre mis manos,

  lates como una ardilla entre mis manos,

  vuelas como mil pájaros, tu risa

  me ha cubierto de espumas, tu cabeza

  es un astro pequeño entre mis manos,

  el mundo reverdece si sonríes

  comiendo una naranja, el mundo cambia

  si dos, vertiginosos y enlazados,

  caen sobre la yerba: el cielo baja,

  los árboles ascienden, el espacio

  sólo es luz y silencio, sólo espacio

  abierto para el águila del ojo,

  pasa la blanca tribu de las nubes,

  rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

  perdemos nuestros nombres y flotamos

  a la deriva entre el azul y el verde,

  tiempo total donde no pasa nada

  sino su propio transcurrir dichoso,

  no pasa nada, callas, parpadeas

  (silencio: cruzó un ángel este instante

  grande como la vida de cien soles),

  ¿no pasa nada, sólo un parpadeo?

  —y el festín, el destierro, el primer crimen,

  la quijada del asno, el ruido opaco

  y la mirada incrédula del muerto

  al caer en el llano ceniciento,

  Agamenón y su mugido inmenso

  y el repetido grito de Casandra

  más fuerte que los gritos de las olas,

  Sócrates en cadenas (el sol nace,

  morir es despertar: «Critón, un gallo

  a Esculapio, ya sano de la vida»),

  el chacal que diserta entre las ruinas

  de Nínive, la sombra que vio Bruto

  antes de la batalla, Moctezuma

  en el lecho de espinas de su insomnio,

  el viaje en la carreta hacia la muerte

  —el viaje interminable mas contado

  por Robespierre minuto tras minuto,

  la mandíbula rota entre las manos—,

  Churruca en su barrica como un trono

  escarlata, los pasos ya contados

  de Lincoln al salir hacia el teatro,

  el estertor de Trotski y sus quejidos

  de jabalí, Madero y su mirada

  que nadie contestó: ¿por qué me matan?,

  los carajos, los ayes, los silencios

  del criminal, el santo, el pobre diablo,

>   cementerios de frases y de anécdotas

  que los perros retóricos escarban,

  el animal que muere y que lo sabe,

  saber común, inútil, ruido obscuro

  de la piedra que cae, el son monótono

  de huesos machacados en la riña

  y la boca de espuma del profeta

  y su grito y el grito del verdugo

  y el grito de la víctima . . . son llamas

  los ojos y son llamas lo que miran,

  llama la oreja y el sonido llama,

  brasa los labios y tizón la lengua,

  el tacto y lo que toca, el pensamiento

  y lo pensado, llama el que lo piensa,

  todo se quema, el universo es llama,

  arde la misma nada que no es nada

  sino un pensar en llamas, al fin humo:

  no hay verdugo ni víctima . . . ¿y el grito

  en la tarde del viernes?, y el silencio

  que se cubre de signos, el silencio

  que dice sin decir, ¿no dice nada?,

  ¿no son nada los gritos de los hombres?,

  ¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

  —no pasa nada, sólo un parpadeo

  del sol, un movimiento apenas, nada,

  no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,

  los muertos están fijos en su muerte

  y no pueden morirse de otra muerte,

  intocables, clavados en su gesto,

  desde su soledad, desde su muerte

  sin remedio nos miran sin mirarnos,

  su muerte ya es la estatua de su vida,

  un siempre estar ya nada para siempre,

  cada minuto es nada para siempre,

  un rey fantasma rige tus latidos

  y tu gesto final, tu dura máscara

  labra sobre tu rostro cambiante:

  el monumento somos de una vida

  ajena y no vivida, apenas nuestra,

  —¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

  ¿cuándo somos de veras lo que somos?,

  bien mirado no somos, nunca somos

  a solas sino vértigo y vacío,

  muecas en el espejo, horror y vómito,

  nunca la vida es nuestra, es de los otros,

  la vida no es de nadie, todos somos

  la vida—pan de sol para los otros,

  los otros todos que nosotros somos—,

  soy otro cuando soy, los actos míos

  son más míos si son también de todos,

  para que pueda ser he de ser otro,

  salir de mí, buscarme entre los otros,

  los otros que no son si yo no existo,

  los otros que me dan plena existencia,

  no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

  la vida es otra, siempre allá, más lejos,

  fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

  vida que nos desvive y enajena,

  que nos inventa un rostro y lo desgasta,

  hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

  Eloísa, Perséfona, María,

  muestra tu rostro al fin para que vea

  mi cara verdadera, la del otro,

  mi cara de nosotros siempre todos,

  cara de árbol y de panadero,

  de chofer y de nube y de marino,

  cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,

  cara de solitario colectivo,

  despiértame, ya nazco: vida y muerte

  pactan en ti, señora de la noche,

  torre de claridad, reina del alba,

  virgen lunar, madre del agua madre,

  cuerpo del mundo, casa de la muerte,

  caigo sin fin desde mi nacimiento,

  caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

  recógeme en tus ojos, junta el polvo

  disperso y reconcilia mis cenizas,

  ata mis huesos divididos, sopla

  sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,

  tu silencio dé paz al pensamiento

  contra sí mismo airado; abre la mano,

  señora de semillas que son días,

  el día es inmortal, asciende, crece,

  acaba de nacer y nunca acaba,

  cada día es nacer, un nacimiento

  es cada amanecer y yo amanezco,

  amanecemos todos, amanece

  el sol cara de sol, Juan amanece

  con su cara de Juan cara de todos,

  puerta del ser, despiértame, amanece,

  déjame ver el rostro de este día,

  déjame ver el rostro de esta noche,

  todo se comunica y transfigura,

  arco de sangre, puente de latidos,

  llévame al otro lado de esta noche,

  adonde yo soy tú somos nosotros,

  al reino de pronombres enlazados,

  puerta del ser: abre tu ser, despierta,

  aprende a ser también, labra tu cara,

  trabaja tus facciones, ten un rostro

  para mirar mi rostro y que te mire,

  para mirar la vida hasta la muerte,

  rostro de mar, de pan, de roca y fuente,

  manantial que disuelve nuestros rostros

  en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,

  indecible presencia de presencias . . .

  quiero seguir, ir más allá, y no puedo:

  se despeñó el instante en otro y otro,

  dormí sueños de piedra que no sueña

  y al cabo de los años como piedras

  oí cantar mi sangre encarcelada,

  con un rumor de luz el mar cantaba,

  una a una cedían las murallas,

  todas las puertas se desmoronaban

  y el sol entraba a saco por mi frente,

  despegaba mis párpados cerrados,

  desprendía mi ser de su envoltura,

  me arrancaba de mí, me separaba

  de mi bruto dormir siglos de piedra

  y su magia de espejos revivía

  un sauce de cristal, un chopo de agua,

  un alto surtidor que el viento arquea,

  un árbol bien plantado mas danzante,

  un caminar de río que se curva,

  avanza, retrocede, da un rodeo

  y llega siempre:

  México, 1957

  from

  Salamandra

  * * * *

  Salamander

  [1958–1961]

  Dawn

  Cold rapid hands

  draw back one by one

  the bandages of dark

  I open my eyes still

  I am living at the center

  of a wound still fresh

  [CT]

  Here

  My footsteps in this street

  echo in another street

  where I hear my footsteps

  passing in this street

  where

  Only the mist is real

  Shot

  for Lasse Söderberg

  The word leaps

  in front of thought

  in front of sound

  the word leaps like a horse

  in front of the wind

  like a sulfur bull

  in front of the night

  it’s lost in the streets of my skull

  the tracks of the beast are everywhere

  the scarlet tattoo on the face of the tree

  the ice tattoo on the tower’s forehead

  the electric tattoo on the sex of the church

  its claws in your neck

  its paws on your belly

  the violet sign

  the sunflower that turns toward the targe
t

  toward the scream toward the bored

  the sunflower that turns like a flayed sigh

  the signature of the nameless across your skin

  everywhere the blinding scream

  the black swell that covers thought

  the angry bell that clangs in my head

  the bell of blood in my chest

  the image that laughs at the top of the tower

  the word that explodes the words

  the image that burns all the bridges

  the woman who vanished in the middle of a kiss

  the derelict who killed her children

  the idiot the liar the incestuous daughter

  the persecuted doe

  the prophetic beggarwoman

  the girl who in the middle of my life

  wakes me and says remember

  Pedestrian

  He walked among the crowds

  on the Boulevard Sebastó,

  thinking about things.

  A red light stopped him.

  He looked up: over

  the gray roofs, a fish flew,

  silvery among the brown birds.

  The light turned green.

  As he crossed the street he wondered

  what he’d been thinking.

  Pause

  in memory of Pierre Reverdy

  They’ve come:

  a few birds

  and a black thought.

  Murmur of trees,

  murmur of trains and engines,

  is this moment coming or going?

  The silence of the sun

  is beyond lamentation and laughter,

  it sinks its beak

  deep in the rocks’ rock scream.

  Heart-sun, beating rock,

  blood rock that becomes a fruit:

  wounds open without pain,

  my life flows on, resembling life.

  Certainty

  If it is real the white

  light from this lamp, real

  the writing hand, are they

  real, the eyes looking at what I write?

  From one word to the other

  what I say vanishes.

  I know that I am alive

  between two parentheses.

  [CT]

  Landscape

  Rock and precipice,

  more time than stone,

  timeless matter.

  Through its scars

  falling without moving,

  perpetual virgin water.

  The immense rests,

  stone on stone,

  stone on air.

  The world unfolds

  as it is, unmoving

  sun in the abyss.

  Scales of vertigo: