sus trabajos subterráneos,

  sus ritos feroces. Inmerso en la luz cruel,

  expiaba mi cuerpo-hormiguero, espiaba

  la febril construcción de mi ruina.

  Élitros: el afilado canto del insecto

  corta las yerbas secas. Cactos minerales,

  lagartijas de azogue en los muros de adobe,

  el pájaro que perfora el espacio,

  sed, tedio, tolvaneras,

  impalpables epifanías del viento.

  Los pinos me enseñaron a hablar solo.

  En aquel jardín aprendí a despedirme.

  Después no hubo jardines Un día,

  como si regresara, no a mi casa,

  al comienzo del Comienzo, llegué a una claridad.

  Espacio hecho de aire para los juegos pasionales

  del agua y de la luz. Diáfanas convergencias:

  del gorjeo del verde al azul más húmedo

  al gris entre brasas al más llagado rosa

  al oro desenterrado. Oí un rumor verdinegro

  brotar del centro de la noche: el nim. El cielo,

  con todas sus joyas bárbaras, sobre sus hombros.

  El calor era una mano inmensa que se cerraba,

  se oía el jadeo de las raíces,

  la dilatación del espacio,

  el desmoronamiento del año. El árbol no cedía.

  Grande como el monumento a la paciencia,

  justo como la balanza que pesa

  la gota de rocío,

  el grano de luz,

  el instante.

  Entre sus brazos cabían muchas lunas.

  Casa de las ardillas, mesón de los mirlos.

  La fuerza es fidelidad, el poder acatamiento:

  nadie acaba en sí mismo, un todo es cada uno

  en otro todo, en otro uno.

  El otro está en el uno, el uno es otro:

  somos constelaciones. El nim, enorme,

  sabía ser pequeño. A sus pies

  supe que estaba vivo, supe

  que morir es ensancharse, negarse es crecer.

  Aprendí, en la fraternidad de los árboles,

  a reconciliarme, no conmigo:

  con lo que me levanta, me sostiene, me deja caer.

  Me crucé con una muchacha. Sus ojos:

  el pacto del sol de verano con el sol de otoño.

  Partidaria de acróbatas, astrónomos, camelleros.

  Yo de fareros, lógicos, sadhúes. Nuestros cuerpos

  se hablaron, se juntaron y se fueron.

  Nosotros nos fuimos con ellos Era el monzón.

  Cielos de yerba machacada y el viento en armas

  por las encrucijadas. Por la niña del cuento,

  marinera de un estanque en borrasca,

  la llamé Almendrita. No un nombre:

  un velero intrépido. Llovía,

  la tierra se vestía y así se desnudaba,

  las serpientes salían de sus hoyos,

  la luna era de agua, el sol era de agua,

  el cielo se destrenzaba,

  sus trenzas eran ríos desatados,

  los ríos tragaban pueblos,

  muerte y vida se confundían,

  amasijo de lodo y de sol,

  estación de lujuria y pestilencia,

  estación del rayo sobre el árbol de sándalo,

  tronchados astros genitales pudriéndose

  resucitando en tu vagina, madre India,

  India niña,

  empapada de savia, semen, jugos, venenos.

  A la casa le brotaron escamas. Almendrita:

  llama intacta entre el culebreo y el ventarrón,

  en la noche de hojas de banano ascua verde,

  hamadríada, yakshi:

  risas en el matorral,

  manojo de albores en la espesura, más música

  que cuerpo, más fuga de pájaro que música,

  más mujer que pájaro: sol tu vientre,

  sol en el agua, agua de sol en la jarra,

  grano de girasol que yo planté en mi pecho,

  ágata, mazorca de llamas en el jardín de huesos.

  Chuang-tse le pidió al cielo sus luminarias,

  sus címbalos al viento, para sus funerales.

  Nosotros le pedimos al nim que nos casara.

  Un jardín no es un lugar: es un tránsito,

  una pasión. No sabemos hacia dónde vamos,

  transcurrir es suficiente, transcurrir es quedarse:

  una vertiginosa inmovilidad. Las estaciones,

  oleaje de los meses. Cada invierno

  una terraza sobre el año. Luz bien templada,

  resonancias, transparencias, esculturas de aire

  disipadas apenas pronunciadas: ¡sílabas,

  islas afortunadas! Engastado en la yerba

  el gato Demóstenes es un carbón luminoso,

  la gata Semíramis persigue quimeras, acecha

  reflejos, sombras, ecos. Arriba,

  sarcasmos de cuervos; el urogallo y su hembra,

  príncipes desterrados; la upupa,

  pico y penacho, un alfiler engalanado;

  la verde artillería de los pericos;

  los murciélagos color de anochecer.

  En el cielo liso, fijo, vacío,

  el milano dibuja y borra círculos.

  Ahora, quieto

  sobre la arista de una ola:

  un albatros, peñasco de espuma.

  Instantáneo, se dispersa en alas.

  No estamos lejos de Durban (allí estudió Pessoa).

  Cruzamos un petrolero. Iba a Mombasa,

  ese puerto con nombre de fruta. (En mi sangre:

  Camoens, Vasco de Gama y los otros . . .)

  El jardín se ha quedado atrás. ¿Atrás o adelante?

  No hay más jardines que los que llevamos dentro.

  ¿Qué nos espera en la otra orilla?

  Pasión es tránsito: la otra orilla está aquí,

  luz en el aire sin orillas, Prajñaparamita,

  Nuestra Señora de la Otra Orilla, tú misma,

  la muchacha del cuento, la alumna del jardín.

  Olvidé a Nagarjuna y a Dharmakirti en tus pechos,

  en tu grito los encontré, Maithuna,

  dos en uno,

  uno en todo, todo en nada,

  ¡śunyata,

  plenitud vacía,

  vacuidad redonda como tu grupa!

  Los cormoranes:

  sobre un charco de luz

  pescan sus sombras.

  La visión se disipa en torbellinos,

  hélice de diecisiete sílabas dibujada en el mar

  no por Bashō: por mis ojos, el sol y los pájaros,

  hoy, hacia las cuatro, a la altura de Mauritania.

  Una ola estalla: mariposas de sal.

  Metamorfosis de lo idéntico. A esta misma hora

  Delhi y sus piedras rojas, su río turbio,

  sus domos blancos, sus siglos en añicos,

  se transfiguran: arquitecturas sin peso,

  cristalizaciones casi mentales. Desvanecimientos,

  alto vértigo sobre un espejo. El jardín se abisma.

  Ya es un nombre sin substancia.

  Los signos se borran: yo miro la claridad

  Blanco

  [1966]

  By passion the world is bound, Avec le seul object dont le

  by passion too it is released. Néant s’honore.

  The Hevajra Tantra Stéphane Mallarmé

  a stirring

  a steering

  a seed

  asleep

  a word at the t
ip of the tongue

  unheardunhearable

  matchless

  fertilebarren

  ageless

  she who was buried with open eyes

  stainlesspromiscuous

  a word

  speechlessnameless

  Climbing and descending

  the spine of the mineshaft ladder,

  abandoned language.

  Under the skin of the penumbra

  a lamp beats. Survivor

  in the sullen confusion, it rises

  in a copper stalk, breaks

  into leaves of clarity: shelter

  for fallen realities. Asleep

  or extinct, high on its pole

  (head on a pike) a sunflower

  light charred in a vase

  of shadow. In the palm of an

  invented hand, the flower,

  not seen not imagined: heard,

  appears, a yellow chalice

  of consonants and vowels,

  burning.

  on the wall the shadow of the fire flame encircled by lions

  in the fire your shadow and mine lioness in the circus of the flames

  soul among sensations

  the fire unlaces and fastens you

  Ember Bread Grail fruits of the reworks

  Girl the senses open

  you laugh—naked in the magnetic night

  in the gardens of the flame

  The passion of compassionate coals

  A pulse-beat, insisting,

  a surge of wet syllables.

  Without saying a word,

  my forehead grows dark:

  a presentiment of language.

  Patience patience

  (Livingston in the drought)

  river rising a little

  Mine is red and scorches

  in the flaming dunes:

  Castiles of sand,

  shredded playing cards,

  and the hieroglyph (water and coals)

  fallen on the chest of Mexico.

  I am the dust of that silt.

  River of blood, river of histories

  of blood, dry river:

  mouth of the source

  gagged

  by the anonymous conspiracy

  of bones,

  by the grim rocks of centuries

  and minutes: language

  is atonement, an appeasement

  of the speechless, the entombed,

  the daily assassinated,

  the countless dead. To speak

  while others work

  is to polish bones, sharpen

  silence to transparency,

  waves, whitecaps,

  water:

  the rivers of your body the river of bodies

  land of pulse-beats stars infusoria reptiles

  to enter you downpour of sleepwalking cinnabar

  land of closed eyes surge of genealogies

  water with no thoughts games antics tricks

  to enter me subject and object abject and absolved

  entering your body river of suns

  land of sleepless mirrors “the tall beasts with shining skins"

  land of waking water seminal river of the worlds wheeling

  in the sleeping night the eye that watches it is another river

  watching I watch myself what I see is my creation

  as though entering through my eyes perception is conception

  into an eye more crystal clear water of thoughts

  what I watch watches me I am the creation of what I see

  delta of arms of desire water of truth

  on a bed of vertigo truth of water

  Transparency is all that remains

  Desert smoldering

  from yellow to a fleshy pink,

  the land is a language burnt to dust.

  There are thorns, invisible spines

  in the eyes. Three satiated vultures

  on a red wall.

  Bodiless faceless soulless,

  everywhere,

  crushing all of us: this sun is unjust.

  Rage is mineral. Colors

  are relentless. The horizon’s relentless.

  Drumbeats drumbeats drumbeats.

  The sky blackens like this page.

  Scatter of crows.

  Impending violet violence.

  The sands whirl up,

  thunderheads, herds of ash.

  The chained trees howl.

  Drumbeats drumbeats drumbeats.

  Sky I beat you, land I beat you.

  Open sky, closed land,

  flute and drum, lightning and thunder,

  I open you and beat you. You open, land,

  your mouth full of water,

  your body gushes sky,

  you burst, land,

  your seeds explode, the word grows green.

  unlacing spreading arid ripples

  rising erecting an Idol in the arms of sand

  naked as the mind shining multiplying refusing

  in the reverberation of desire reborn escaping pursuing

  turning turning vision of hawk-thought

  around the black idea goat in the rock cleft

  fleece at the joining naked place

  in a naked woman snapshot of a pulse-beat of time

  firefly tangle of beings real unreal quiet vibrating

  motionless under the motionless sun burnt meadow

  the color of earth color of sun on the sand

  the grass of my shadow on the place of the joining

  my hands of rain darkened by birds

  on your green breasts holiness enough

  woman stretched out made in the image of the world

  The world a bundle of your images

  From yellow to red to green,

  pilgrimage to the clarities,

  the word peers out from blue

  whirls. The drunk ring spins,

  the five senses spin

  around the centripetal

  amethyst. Dazzle:

  I don’t think, I see—not what I see,

  the reflections, the thoughts I see.

  Precipitations of music,

  crystallized number.

  An archipelago of signs.

  Translucence, mouth of truths,

  clarity effaced by a syllable

  diaphanous as silence:

  I don’t think, I see:—not what I think,

  the blank face of forgetting,

  the radiant void.

  I lose my shadow, I walk

  through intangible forests,

  sudden sculptures of the wind,

  endless things, sharpened paths,

  I walk my steps

  dissolving

  in a space that evaporates

  into thoughts I don’t think

  you fall from your body to your shadow not there but in my eyes

  in a motionless falling of waterfall sky and earth joining

  you fall from your shadow to your name untouchable horizon

  you drop through your likenesses I am your remoteness

  you fall from your name to your body the furthest point of seeing

  in a present that never ends the imaginings of sand

  you fall to your beginnin
g scattered fables of wind

  spilling on my body I am the stela of your erosion

  you divide me like parts of speech space quartered god

  you divide me into your parts altar of thought and knife

  belly theater of blood axis of the solstices

  tree of ivy firebrand tongue of coolness the heavens are male and female

  earthquake of your thighs testimony of solar testicles

  rain of your heels on my back thought phallus and word womb

  jaguar eye in the eyelash thicket space is body sign thought

  the flesh-colored cleft in the brambles always two syllables in love

  the black lips of the oracle P r o p h e c y

  whole in each part you divide yourself spirals transfigurations

  your body is the bodies of the moment time world is body

  thought dreamt made flesh seen touch dissolved

  seen by my ears horizon of music spreading

  smelled by my eyes bridge hung from color to smell

  caressed by my nose naked smell in the hands of air

  heard by my tongue canticle of flavors

  eaten by my touch feast of mist

  to inhabit your name to depopulate your body

  to fall in your shriek with you house of the wind

  The unreality of the seen

  brings reality to seeing

  At the center

  of the world of the body of the spirit

  the cleftthe splendor

  No

  In the whirl of disappearances

  the whirlwind of appearances

  Yes

  The tree of names No

  is a word Yes

  is a word they are air nothing

  they are this insect

  fluttering among the lines

  of an unfinished unfinishable

  page

  Thought fluttering

  among these words They are

  your footsteps in the next room

  the birds that return

  The neem tree that shelters us shelters them

  Its branches mute thunder

  douse the lightning’s flash

  In its leaves the drought drinks water

  They are this night

  (this music)

  Watch it flow between your breasts

  to fall on your belly white and black

  spring night jasmine and crow’s wing

  tabla and sitar No and Yes

  together two syllables in love

  If the world is real the word is unreal

  If the word is real the world